domingo, enero 22, 2006

LAS CINCO MAÑAS

Bueno, pues por un gentil encargo de la señoritas Pili y Bliss, y para seguir en la tónica de exponer la parte mas mugrosa y extraña de quienes escribimos blogs, expongo a continuación mis cinco mañas más freaks.

1) Muerdo todo. El cuello de mis camisetas, los palos de revolver el café, los palos del bom bom bum, los filtros de los cigarrillos, los esferos, los borradores, los cables, las antenas de los teléfonos, los pelos que me logro sacar con las manos, los cueros de las uñas, los cordones, bolas de papel, etc. Es extrañamente adictiva la sensación de morder todo, la sutil resistencia que los cuerpos medinamente blandos ejercen sobre mi mandíbula y la forma deliciosa y delicada con las que esa resistencia es vencida por mis músculos maxilofaciales... Freak, ¿no? Afortunadamente no me muerdo las uñas.

2) Tengo mis hábitos para brindar. Ella, ella, ella, él y él lo saben. Surgieron gracias a litros y litros de alcohol ingeridos con mis compañeros de la U, y ya me siento mal si no los cumplo a la perfección. El primero de ellos consiste en siempre brindar con la izquierda, la mano del corazón. Si no lo hago, se supone que Cupido y Eros se confabularán contra mí -aunque sean el mismo gato- y me impediran enamorarme por los próximos siete años. Ahora, no se si ese sea un premio o un castigo... El segundo de ellos consiste en siempre mirar a los ojos a la persona con quien se brinda, o si no -y este si es de los peores castigos posibles- los siete años que vendrán no estarán acompañados del sosiego del buen sexo, sino de la pesadilla de uno pésimo, frígido y lánguido... El último de ellos es casi una regla de cortesía, pero si se incumple se corre con el riesgo de no disfrutar ni padecer de actividad sexual alguna: me refiero a siempre tomar cuando se brinda. Así que si a alguno de ustedes se le ofrece compartir una vianda etílica conmigo, ya sabe a qué atenerse.

3) Mis recuerdos me atropellan. Esto es reciente, pero de vez en cuando, cual vil poseído de película hollywoodense de esas a las que los manes llevan a las viejas para que los abracen, en mi mente se proyecta un momento pasado (generalmente de hace más de diez años) con una vividez asombrosa y a veces mortificante... Lo peor del cuento es que lo puedo hacer cada vez que quiera, y de vez en cuando ocurre espontaneamente...

4) Soy un loco atacado de zambito. Algunas personas, en momentos de aburrimiento empiezan a mover rítmicamente una pierna, un dedo, un pie o lo que sea. Ahora, yo lo hago con cinco partes al tiempo después de veinte segundos de estar quieto. Se supone que eso es una secuela de la ansiedad que por ratos me agobia, pero no se... De hecho no es rico, sólo es una costumbre bastante molesta para algunos, sobre todo los vecinos de mesa y/o de pupitre en la Universidad. Debe serlo, imagínenme mordiendo el lapiz y moviendo el dedo y la pierna al tiempo mientras el profesor intenta explicar cómo la revolución industrial fue el clímax de la Ilustración...

5) Tengo complejo de fuente. En cualquier superficie acuática de profundidad mediana, llámese piscina de bronceado sabanero, río de paseo de olla o mar de paseo de playa, me pasa que de un momento a otro me da uno de esos lapsus que me recuerdan mi duda sobre si superé la etapa oral freudiana y cojo agua entre mis cachetes y la expulso al mejor estilo de una ballena en celo... Se que es desagradable y asqueroso, pero no lo puedo evitar. Antes me imaginaba como una de esas estatuas barrocas, toda blanca y de mármol, en una pose decorativa a tamaño natural y desnuda en la mitad de una piscina, y me imaginaba que la gente se tomaba fotos al lado mio y me tocaba la panza porque era de buena suerte... Eso si que era freak; pero ahora me veo como un tipo asqueroso que bota agua por la boca.

Y ahora bien, los cinco a quienes les paso la bola son:

1) Laurita o La Niña de Ipanema
2) Nannita
3) Juglar

Emm... bueno, todos mis otros candidatos ya fueron escogidos por alguien más, así que sólo quedan tres...


viernes, enero 20, 2006


Caja boba...

NUEVAS REFLEXIONES SOBRE LA CAJA BOBA

Haga clic aquí si quiere leer las anteriores

Reflexionaba con un colega blogger sobre temas diversos de la programación televisiva, y en uno de los avatares de esa conversación surgió mi objeción fundamental sobre la forma en la que la mayoría de los productores de televisión –excepto la honrosa excepción de quienes hacen Los Simpsons- subestiman a los televidentes tratándolos como estúpidos. Él replicó diciendo que los mismos programadores de entretenimiento televisivo fabrican a sus clientes, exponiéndolos de forma intensiva desde niños a una programación completamente vacía, degenerativa y algunos otros poco recomendables adjetivos que ahora mismo no recuerdo.

La pregunta que sigue es casi obvia: ¿por qué? Sin embargo preferí la versión calumniosa y polémica: ¿de quién es la culpa? Acto seguido invadieron mi cabeza miles de nombres de esos que se aparecen recurrentemente en el muro de la infamia, como la muy simpsoniana y supuesta conspiración para embrutecernos, los mismos medios, el sistema educativo y los padres. Anticipo que el culpable está en la lista -al menos desde el punto de vista de la conclusión a la que llegué-; lo que nos lleva a descartar cada uno de los que no son.

Empecemos por la tal conspiración. Puede que sea verdad o puede que no lo sea, pero en el primer caso no tenemos pruebas reales de que ocurra –lastimosamente- y en el segundo caso no tiene sentido culparla si ni siquiera existe. En segundo lugar, culpar a los medios sería como culpar a las mujeres por ser hermosas. Su naturaleza es entretener, mas no educar; simplemente venden un producto y ese proceso implica que quien lo compra lo hace porque decidió hacerlo. Los medios no crean falsas expectativas sobre lo que programan, simplemente muestran las tetas de silicona de la presentadora o la frivolidad de los contenidos y ya tienen éxito asegurado. En otras palabras, cumplen con lo que prometen.

Hablemos ahora del sistema educativo, que al igual que sus clientes no puede hacer la tarea solo. Y ahí está el meollo de este asunto, en que por muchas y muy variadas razones los amorosos progenitores son los culpables. Hay dos argumentos que creo poderosos. El primero es que los niños no son mayores de edad –no en el sentido legal sino ético de la palabra-, y aunque esto suene a estupidez tiene un trasfondo importante: no son responsables de sus actos. En este sentido, no se les puede responsabilizar por triturarse los huesos imitando a los Jackass –burros, literalmente- ni por creer que todas las mujeres del mundo se derriten y se quitan la ropa ante una limosina de diamante y una seguidilla de anillos con el nombre abreviado. Y así como un padre o una madre no le compra una garrafa de aguardiente a su hijo o hija para que se la tome con el almuerzo –y si lo hace es responsable de la mala borrachera de su retoño-, si un padre permite que su hijo se vuelva un esclavo de Mtv se debe responsabilizar de su futura incapacidad mental.

El segundo argumento es un poco menos cruel con los culpables, pero finalmente llega al mismo punto. Ellos, inmersos en su vida corporativa y competitiva quieren lo mejor para su hijo, y lo mejor supuestamente es lo más caro. Ahora bien, ganarse el dinero para pagar eso no es fácil, lo que los lleva a trabajar veinte horas al día en un infinito acto de amor. Mientras tanto, el niño se expone a un mundo en el que la gente triunfa por bonita y no por inteligente, y como le enseñaron el padrenuestro cuando debieron enseñarle a manejar la libertad simplemente no sabe que hacer con ella al momento de usarla para ver lo que quiera. Resultado: un bruto bonito, todo un futuro idiota útil del mercadeo.

En síntesis, si leyó juicioso y apagó el televisor se dio cuenta de que la culpa, a mi criterio, la tienen los padres. Así que si usted no puede contener el impulso de volverse un ignorante al frente de la caja boba o de convertirse en una máquina de producir resultados que no tiene tiempo para nada más, no tenga hijos. Y si ya los tiene, apague la tele, haga el esfuerzo y verá que por la ventana también se mueven cosas, y a color…

PD: La naturaleza de las mujeres no es ser entendibles sino ser hermosas.

domingo, enero 15, 2006


¡A jugar! (Foto de traveljournals.net)

EL DEPORTE NACIONAL

Una montaña de arcilla esconde la mecha, y un número indeterminado de cervezas desafina el pulso de los jugadores. Así cobra vida el deporte nacional, entre canastas y botellas vacías, pesados tejos y el victorioso, ocasional e intempestivo sonido que se produce cuando se revienta la mecha. Allí, donde con cada tejo lanzado y con cada cerveza bebida se canta una línea, una estrofa del verdadero himno nacional; de aquel que celebra la gloria inmarcesible de una mecha y el júbilo inmortal de la victoria pasada por alcohol.

Y así como hay jugadores expertos que tienen el brazo calibrado y milimétricamente preciso para estas tejísticas cuestiones, existimos unos novatos fracasados de quienes muchos se cuidan y se alejan cada vez que lanzamos, ya que parecemos confundir la cabeza de alguien mas, el resto de la pista o inclusive la cancha vecina con la pequeña -y esquiva- mecha.

Evolucionado del turmequé indígena y jugado desde antes de la colonización española, apenas ha sufrido modificaciones accesorias en la forma en la que se juega; las más significativas indudablemente son el cambio de la chicha por la cerveza como acompañante y la introducción de la pólvora en las mechas. El principio siempre fue el mismo, lanzar una piedra a un objetivo lejano. Es de las pocas herencias indígenas que se conservan en su esencia después de cinco siglos de fusión cultural, y tal vez por eso a muchos tan criollos como el resto les de un poco de asco y prefieran el golf tomando güisqui, montándose en la tercera clase de un bus que no los quiere.

Viendo a algunos hábiles lanzadores y a otros certeros bebedores, me causó curiosidad que los juegos de los europeos civilizados (lanzamiento de bala, atletismo, fútbol, etc.) no sean tan viscerales y exijan tanta destreza y cabeza fría como otros más criollos como el que es objeto de estas humildes líneas. Si este “país de cafres” realmente está lleno de bestias, ¿dónde están las barras bravas de tejo o los carteles de drogas anabólicas y similares? Si un pueblo puede ser tan hábil y tener un deporte nacional tan difícil, debería dejar de querer ser otro pueblo.

jueves, enero 12, 2006


Que hermosa fantasía...

DE GRUTAS DEL CENTRO Y OTROS ESCONDEDEROS

De vez en cuando, las caminatas por las calles en medio de la tarde fría y con buena compañía terminan en uno de esos lugares a media luz y de aromas dulces donde expenden café. Esos lugares donde uno se sienta a charlar y a demorar un café, a veces a conocer y a veces a levantar, a veces a descansar y a veces a comerse a lengua a ese otro que accede a compartir ese momento de intimidad rodeados de muchos otros que también buscan momentos de intimidad.

Otras veces, las ganas de embrutecerse y de volverse casi un despojo humano nos llevan a esos sitios horribles, malolientes pero deliciosos donde uno paga el alcohol muy barato y la ebriedad muy cara, posiblemente con una maleta robada o con una cortada en la ceja. Esos sitios donde pululan ebrios tan degenerados como uno y donde el aire es una mezcla de tufo, vapor de lágrima, costra de sangre y humo de cigarrillo. Estos sitios cuyas puertas lo verán a uno salir en hombros si cuenta con buenos amigos, o de rodillas si eso no ocurre.

Cuando uno se aburre de tanta decadencia va a cualquiera de esos lugares donde todo brilla, donde sólo funciona la ley del bouncer y donde solo entra gente “bonita” y bien vestida. Esos sitios donde no entran ni negros ni pobres en donde, inspirados posiblemente por las más horripilantes fantasías políticas de Mussolini, la gente “bien” baila, besa y se marranea a la otra gente “bien” mientras desprecia, excluye y aprende a odiar a la gente no tan “bien” como ellos. Donde la borrachera es elegante y donde está bien meter perico simplemente porque es play, o por lo que sea.

En cualquier caso, y después de recorrer algunos de los sitios más disímiles de Bogotá, me di cuenta que absolutamente todos, sin importar lo olorosos, escondidos o bohemios que puedan llegar a ser, comparten la definición de “escondederos”: sitios donde uno va a esconderse. A esconderse de la realidad citadina y difícil para entrar en otra, a salir de una vida regida por la ‘ley del tengo’ -tengo que llegar temprano, tengo que empezar/hacer/terminar no se qué- para entrar a otra en la que gobierna es la ‘ley del quiero’ –quiero un café, quiero hablar contigo…- Lo triste es que al final todos tenemos que salir –vaya ironía-, ya sea por falta de plata o porque ya es tarde…

Con todo, ¿qué sería de Bogotá sin todas las opciones de escondederos que tiene? Tal vez un campo de suicidas…
PD: Gracias a por la inspiración y la compañia