viernes, diciembre 23, 2005

(DES)ILUSIÓN

Nota: Si usted todavía experimenta ese impulso irracional que algunos denominan “espíritu navideño”, le recomiendo abstenerse de leer las líneas que siguen. Creo que no es necesario (aunque lo voy a hacer) mencionar que no aceptaré reclamos por depresión navideña, desilusión por exposición a la verdad –o a lo que yo creo que lo es- sin protección previa ni por cualquier malestar emocional que esta lectura pueda producir.

Un niño con cara de niño ilusionado salta a la salida de cualquier almacén, mientras grita a todo pulmón un villancico con su chillona y desafinada voz. Es navidad, la época en la que a la víspera del Niño Dios –cargado de regalos comprados por bolsillos más terrenales- todos los infantes del mundo recuperan el brillo que de sus ojos quitan las engorrosas ocupaciones escolares –y en muchos casos laborales-, la época en la que las entidades públicas gastan millonadas en decoraciones navideñas sólo para que los transeúntes recuperen la ilusión de la que sólo quedan las cenizas esparcidas, en todas las partes de nuestra memoria, por los vientos del tiempo.

Esa ilusión que se marchitó en el momento en el que nos dimos cuenta de la hipocresía de ese viejo gordo que no se quita la bata roja y de su producto rival, la caracterización infantil de un dios que sólo oye las oraciones de quienes no necesitan ser escuchados porque todo lo tienen y todo lo pueden hacer. La hipocresía que empieza en el hecho de que ese señor, que cabe en todas las chimeneas del mundo aunque tenga el trasero mas grande que el ego de Maradona, cumpla al mismo tiempo la doble labor de regalar juguetes a los niños ricos del mundo y de vender esos mismos juguetes a sus ciegos padres. Que se profundiza cuando las múltiples caracterizaciones que los perversos publicistas hacen de él nos muestran un blanco gordo y anglosajón alimentado a base de comida de McDonalds –según su panza bien indica-, quien seguramente tiene acciones en todas las firmas productoras de chécheres inútiles del mundo, las mismas que emplean a sus tan queridos niños para que les hagan zapatos Nike, Adidas o Reebok a otros niños, en jornadas de 16 horas por algunos centavos de dólar al mes.

Si me dedicara a listar todas las formas de hipocresía que la asquerosa cara de ese viejo encarna no terminaría nunca, el ejercicio se lo dejo al lector. Pero sería injusto con muchos comerciantes que por los gruesos dividendos que arroja realmente disfrutan la navidad no hablar de la otra cara de la moneda, la que ve el niño ilusionado que cotorrea villancicos, ese niño que a la puerta de algún almacén hace muchos años también fui yo. Nueve días de ardua espera y de “ven no tardes tanto”, pasados a punta de natilla y buñuelos, a la víspera de un dia final, el día más feliz del año junto con el cumpleaños. ¿La razón? Los regalos.

Era bonito cuando el mundo empezaba en un papel de regalo rojo y verde y terminaba en un adminículo divertido, traído por un espíritu que en sus entrañas paridas por una virgen –como si aún existieran- tenía el mismo espíritu navideño. Era bonito cuando uno en su embriaguez de alegría no veía lo que estaba detrás de los regalos, cuando el mundo giraba y se movía gracias a la ilusión; esa misma que se marchitó para mí el día en el que me desvelaron la verdadera naturaleza de ese espíritu y que cada día se aleja más cuando salgo a la calle y veo la verdad detrás de esta enorme mentira que los comerciantes bautizaron navidad.

1 Comments:

At 6:13 p. m., Blogger Pili said...

Ayyyyyy, oye me hiciste dar tristeza..
Realidades.. sí, esas que nos aniquilan y cortan la respiración..
Cómo dije en un post.. Papá Noel, San Nicolás y Santa Claus me caen mal..
Pues cómo sea, pronto se acabará.. y todo comenzará de nuevo..so.. resting..

 

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