jueves, diciembre 22, 2005

SORDIDEZ

Abundan por esta época las “respetables” señoras que orondas caminan entre miles de “dignos” señores y de “adorables” angelitos en un “exclusivo” –excluyente- centro comercial, en búsqueda de miles de cosas inútiles y/o no tan inútiles para regalarle a sus amistades, acreedores y favorecidos. Los señores, en tanto, ponen cara de misa de medianoche y simplemente hacen la función de cajeros automáticos de carne y hueso, mientras que los angelitos gritan y berrean cual terneros a punto de ser degollados que quieren el más caro, inútil e inverosímil de los juguetes. Sus estiradas madres no pueden negarse, y sus desgraciados padres pagan con resignación.

Cuentas de seis y siete ceros, la satisfacción plástica y efímera del comprador irresponsable y el dolor en los pies del que camina en búsqueda de la “felicidad” con algunos kilos de más en la panza. Ahora, la digna familia aborda su camioneta llena de bolsas, la misma que recorre muy pocos kilómetros por galón y bota tanto humo como puede, y se dirige a una novena de aguinaldos en la casa de cualquier ilustre, y sobre todo, digno conocido de el don o de la doña. En un semáforo cualquiera se acerca un niño con cara de hambre y un vaso sucio y ajado en sus raquíticas manitas:
-Mona, ¿me regala una moneda?
-No hay- responde la señora con cara de asco.
-Ah, bueno, feliz navidad en todo caso- responde el niño con tristeza y amargura. Si no consigue tres mil pesitos en la hora que le falta de trabajo, no podrá comer. Su madre no se lo permitirá.

El señor, con su conciencia de panzón irresponsable e ignorante, se vanagloria de la decisión de su esposa: ella, al no darle una moneda al infante, no alimentó la cadena de miseria. Tal vez no sepa que lo que piensa sólo es cierto en parte, tal vez no se de cuenta que está alimentando el resentimiento. La señora, en su autocomplacencia soportada por las toneladas de regalos que reposan en el baúl de su camioneta y por el brillo inmarcesible de sus joyas, no se acordó del argumento que le esgrimía a su esposo para que él pagara alguna ridiculez costosa: “es navidad”. Parece que ella cree que la navidad es sólo para la gente ‘bien’, para la gente como ella.

Llegan a la novena. Recibidos son los señores con una copa de champaña helada, y los niños con un vaso de cola negra con hielo. Toda clase de manjares en una mesa: pavos, perniles, quesos, natillas, buñuelos, arroces, pasabolas dulces y salados, salsas… Todo muy bonito, muy bien decorado, consumido con todo el estilo, clase y elegancia propios de la ‘gente bien’. Un rezo vacío, unos villancicos mal cantados, un par de horas de hipócrita adulación mutua, y un nuevo viaje en la camioneta camino a casa.

El niño que pedía monedas hace unas horas en la calle sólo pudo conseguir mil quinientos pesos. Eso alcanzó para un pedazo de panela, y con lo de sus cinco hermanos pudieron comprar, además de la panela, un par de huevos y unos panes para comer algo esta noche y mañana al desayuno. Después de caminar cuatro horas llegan al cambuche; están cansados pero felices: al fin y al cabo es Navidad, y tanto rezarle al Niño Dios no puede irse para la alcantarilla. Albergan la esperanza del ignorante y el sosiego del necesitado; del que ignora que hay miles de señoras como la de la historia que comen como cerdas y compran como idiotas y del que necesita, más que monedas, respeto y dignidad. Puede que en Navidad alguien les de un regalo y un poco de cariño, pero la esencia de esta época del año es su brevedad, y sobre todo, su sordidez.

Este es el primer ‘post’ de una serie de tres que voy a hacer con motivo de las fiestas. Lo hago para reconciliarme después de esta ausencia obligatoria cuyo motivo bien conocen algunos de ustedes.

5 Comments:

At 3:32 p. m., Blogger LA STULTA VIRO: said...

Estoy casi por completo de acuerdo con su post, que además disfruté mucho leyendo. Al igual que usted, encuentro absolutamente reprochable la actitud consumista, frívola y materialista con que muchas personas adineradas asumen no sólo la navidad, sino la vida en general. Repruebo la indiferencia absoluta que manifiestan hacia su entorno, hacia la realidad del país donde viven y su carencia de sensibilidad social. Sin embargo, diferimos en la concepción que tenemos de solidaridad. Para lo único que sirve dar limosna hoy es para que mañana haya más gente pidiendo limosna. A mi juicio, la limosna es una concepción equivocada de la caridad, pues no se constituye en una verdadera ayuda, como sí lo sería ofrecer al necesitado verdaderas alternativas de desarrollo y superación. Pero intente ofrecerle trabajo a un limosnero. No se lo va a aceptar, porque gana cuatro veces más a través de la mendicidad que con un trabajo sencillo pero digno. Es una realidad que me consta de primera mano. Sé de limosneros, a los que conozco, con los que he hablado, que a punta de monedas ganan más de lo que yo gano en mi ejercicio profesional. Y ni hablar de la mendicidad infantil. A mí, más que lástima, me da ira ver a un niño pidiendo limosna. Existe una industria de la explotación infantil a través de la mendicidad, en la que se llega al extremo de alquilar a los niños para recaudar limosnas.

Interesante artículo.

 
At 6:07 p. m., Blogger SÓLO EL AMOR ES REAL said...

Cierto todo. Pero se te olvidó decir que el niño de los $500 es explotado por un adulto que se los quita.

Abrazos

 
At 7:29 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me consta: es un cuadro bastante común. Me gustó como describe la cruda realidad de las patéticas fiestas decembrinas. Creo que la Navidad se ha convertido en otro día del niño, ó del amor y la amistad... ó bien en otro día del padre, de la madre, del maestro... donde el propósito ya no es recordar la importancia de estas personas/sentimientos sino una oportunidad para calmar a nuestro comprador compulsivo que llevamos por dentro. Si recuperáramos el verdadero sentido de la Navidad dejando de lado el consumismo estos días serían lo que de verdad deberían ser: una oportunidad para compartir con nuestros seres queridos.

 
At 5:57 p. m., Blogger David Motta said...

Pero al fin y al cabo, ellos son reyes de la nada, en una escala global no son mas que sirvientes afortunados. Un saludo

 
At 7:58 p. m., Blogger José Luis Peñarredonda said...

STULTAVIRO: La lismosna infantil es una zona gris, no hay blancos ni negros. De hecho yo no tengo opinión al respecto, simplemente quise mostrar las posiciones. Lo que sí es cierto es que mientras la gente no se de cuenta y no haga presión para que se haga algo serio por la mendicidad infantil, esto va para largo.


UD. Y UD. MISMO: Hay casos de casos, algunos son cruelmente explotados y otros piden para subsistir. No me quise meter con los primeros, la depresión navideña es suficiente como para hacerme una viendo la vida de uno de estos niños... Queda prometido para cuando todo sea menos deprimente. Un saludo.

CONTRA EL RACISMO: EL problema es que la masa conforme se de cuenta. Mientras tanto, en las mismas tristes. Bienvenido.

FOUCAULT: En una escala global, usted y yo somos un par de consumidores acríticos. El problema con eso es que cada átomo de eso que llamamos mundo sufre, rie y llora como ud. y como yo.

 

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