jueves, octubre 06, 2005

LA ISLA DE LA FANTASÍA

Un casino es un lugar donde la realidad citadina se ve, suena y se siente diferente, pero como todo lugar en el que las cosas parecen cambiar, este pequeño y brillante oasis en este monstruo gris y frío es otra isla de la fantasía. Fantasía de ganar dinero, alimentada por promesas dadas por máquinas de colores que incitan a jugar con ellas y a probar la suerte, esa que todos creemos tener bajo la espalda y que algunos tratan de atraer con toda suerte de agüeros y amuletos.

Esos mismos agüeros que sientan a los jugadores en la ilusión de la racha y en el deseo de oír caer las monedas sobre el metal, de cambiarlas y echarlas al bolsillo para tener plata y comprar algo, o para volver a jugar. Casi siempre, sin embargo, las monedas caen a las arcas de los dueños del casino, que viven de la desesperación de sus más fieles clientes para los que el juego es un vicio y algo imprescindible para soportar esta vida, que transcurre en esos pasillos eternamente secos, cálidos y limpios donde todo parece verdad pero es una mentira.

Vemos sentados detrás del bazuco electrónico a jóvenes que bordean la adultez gastando sus pequeños –o grandes, depende del papá- ingresos en una máquina de póquer de video que algunas veces regala unas cervezas y otras quita hasta lo del transporte. También hay ancianos desilusionados que gastan su pensión y sus últimos ánimos en luchar contra la ley de Murphy detrás de unos botones de colores que se supone son la llave de la riqueza y de la desgracia, mientras quizá desahogan setenta años de frustración al compás de un par de sietes que puede llegar a ser full house, claro, si al cerebro intangible y avaro que parece haber detrás de la pantalla se le da la gana.

Hay señoras que gastan, en ruleta o slot, la plata que sus maridos les pagan para que los dejen ver con sus mozas. Ellas salen de su casa donde nadie las escucha ni las entiende a un lugar donde calmar la ansiedad por ser ese alguien que ya no se fue, todo por culpa de esas malas decisiones que cuando niñas les enseñaron a tomar; un lugar donde la suerte tal vez sea diferente y el compañero de cama no sea un desgraciado ni los frutos del vientre unos desagradecidos, un lugar donde ellas puedan ser poderosas. Sin embargo, cuando salen se dan cuenta que no hay dinero para comprar lo del almuerzo…

Como ellos hay otros, los ejecutivos que utilizan toda su mente para engrosar, después del trabajo, el bolsillo del dueño del lugar; o los niños de 15 años que entraron con una contraseña falsa y que están emocionados porque están perdiendo su dinero como grandes –idiotas-. Todos ellos detrás de la suerte, esa que les permite querer ser lo que no son pero que los estrella contra las calles grises y frías, quizá con la esperanza de recuperar mañana lo que se perdió hoy.

3 Comments:

At 4:20 p. m., Blogger *Ivonne*BlackCatHat said...

Bueno, como todo forma de entretenimiento los casinos sonm buenos hasta un punto. Digo son buenos porque al menos la gente se olvida por un momento de que està regalando su plata como si diera limosna mientras se divierte viendo una maquina que le estra las carreras de caballos o el poker. Ciertamente se ha convertido en la adicciòn y perdiciòn de muchos pero en otras ocasiones les ha salvado la vida cuando la racha, suerte (o el gerente) quieren.
Yo irìa... pero no tengo plata ni ganas de ponerme a intentarlo...

 
At 10:44 p. m., Blogger José Luis Peñarredonda said...

ABSOLUT: Pues de vz en cuando es chévere, pero yo creo que parte le la rwzón por la que la gente va a los casinos es que son lugares donde la realidad no existe, son islas de la fantasía. Cuídate y gracias por tu comentario.

Tal parece que a la gente no le gusta que le cuestionen sus vicios... pero bueno, qué le vamos a hacer....

 
At 6:21 p. m., Blogger Pirata Subterraneo said...

Bueno, también hay jugadres profesionales que ganan dinero allí.

 

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