sábado, agosto 27, 2005

LOS HIJOS DE LA NADA

Con cada nuevo amanecer, en cada una de nuestras vidas de ciudad, aparecen las primeras nubes de humo y los primeros afanes mañaneros, y con esto, casi de la nada, se aparecen ellos. Despertados por el canto de los pájaros en el mejor de los casos, o por el ruido ensordecedor de un bus si se tiene mala suerte, salen de su mundo de sueños en el que al menos tienen derecho a soñar, para afrontar su triste y cruda realidad, donde las infantiles fantasías se alimentan, y se interrumpen también, por el hambre.

En sus ojos se adivina la dualidad de su existencia: allí donde alcanza a brillar tenuemente la inocencia que la calle les arranca a pedazos del alma, también asoma, con la fuerza del dolor, la tristeza de tener que vivir, casi desde el amanecer de su existencia, una realidad que no escogieron, que no provocaron, y que está ahí porque nadie puede ni quiere darles nada mejor.

Y con el despuntar de la mañana empieza su calvario, donde son explotados cruelmente con el objetivo de que consigan unas pocas monedas, de que traigan algo de sustento a sus familias y a ellos mismos. Solo buscan, en la mayoría de los casos, una sencilla recompensa: que haya para comer en todo el día un pedazo de pan y un poco de panela. Venden dulces, se asoman al corazón de los transeúntes para prostituir su inocencia por doscientos miserables pesos, en los que el dulce en cuestión no es lo que se paga, lo que vale es la sonrisa de un niño.

Lo que el generoso -e ingenuo- transeúnte no alcanza a imaginar es que está alimentando el problema. Entre más dinero pueda ganar un niño, su explotador va a mantenerlo por más tiempo en la calle, con todo lo que aquello implica. Lo que es más, algunos bárbaros lastiman a sus propios hijos, haciéndoles cicatrices muy dolorosas y muy evidentes, para que ellos despierten la lástima de los bondadosos, y así seguir obteniendo dinero a expensas de aquellos que no pueden defenderse, so pena de que esa defensa sea el último acto de la vida.

Otros, por obra y gracia de sus padres y/o explotadores, ahora ya no son niños, solo son unos pequeños viciosos adictos a cualquier paradisíaca porquería, que se estrelló en su camino por cualquier razón, pero sobretodo porque nadie fue capaz de protegerlos. Así, ya no piden para comer, sino para drogarse, y si lo que se ganan de limosna ya no calma la adicción, cualquier “vuelta” que se haga, cualquier celular que se le robe a un peatón indefenso garantiza unas horas de deliciosa traba.

Y esta realidad no nos es ajena. Todos hemos visto como muchos niños son curtidos por la vida callejera desde su más tierna edad, a la vista de una sociedad a la que parece no importarle y de unos transeúntes cuyo único sentimiento es una indiferencia dolorosa, todo porque ellos son niños que no tuvieron la suerte de nacer donde los pudieran mantener también puedan soñar y jugar.

5 Comments:

At 1:09 p. m., Blogger David Motta said...

Estos hijos si tienen padre, sus padres conducen 4x4 y juegan (?) golf en los clubes mas exclusivos de la ciudad. La miseria que cada día parece crecer exponencialmente en este país tiene su causa en la desiguldad como política de estado en este país, del abuso de poder ejercido no solo por políticos sino por padres que la letra con sangre entra. Sus padres son la falta de oportunidades, el racismo y elitismo de una sociedad colombiana que se dividió en Colombianos e Iguazos.

Lo que me preocupa es lo que va a ocurrir cuando estos hijos de la nada crezcan para empuñar un arma y tengan mas hijos. Un saludo

 
At 4:56 p. m., Blogger Juliette said...

Este tipo de situaciones concretas mueven el alma y dejan con más ganas de continuar haciendo algo. Lo malo es que "hacer algo" a profundidad es difícil por lo que menciona el Sr. Foucault...

Un abrazo.

 
At 6:15 p. m., Blogger José Luis Peñarredonda said...

FOUCAULT: Sí tienen padres, además de los ejecutivos los indigentes, las prostitutas, e inclusive los tráfugas que los alquilan por jornadas en el 20 de julio para que pidan monedas... El problema es que a nadie le importa en lo más mínimo, los sacan de la 93 y la 82 a las 5 de la tarde en las tanquetas de la policía y el problema desaparece... Un saludo y gracias por su comentario.

JULIETTE: Sí, un motivo más para ser pesimistas... Un abrazo y gracias por tu comentario...

 
At 4:47 p. m., Blogger *Ivonne*BlackCatHat said...

Una palabra: indignación.

Y estoy de acuerdo contigo, si uno les da una momneda no les ayuda, ayuda a que se queden en esas, lo peor es que tienen unos padres ineptos que no se atreven a buscar el dinero por sus propios medios. No sé, me llena un sentimiento de inutilidad, porque no se ve una solución inmediata, hay que aceptar que las fundaciones y donaciones no ayudan a mucho con un problema tan rentable como la explotación infantil.

Pusiste el dedo en la llaga. Muy buena columna. ;)

 
At 6:33 p. m., Blogger José Luis Peñarredonda said...

ABSOLUT: Gracias por tus elogios :). Otro grave problema es que la ley francamente no funciona en estos casos. Si alguien sabe si existe por favor dígamelo, porque no se ve... Gracias por tu comentario.

 

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